La enfermedad de Alzheimer se está convirtiendo en una de las dolencias que más preocupan a la sociedad actualmente. Sin tratamientos de control eficaces ni curas, en estos momentos afecta a más de 50 millones de personas en el mundo, de las cuales casi un millón están en España, y se espera que para 2050 esas cifras se incrementen notablemente, teniendo en cuenta la evolución ascendente de la esperanza de vida.
Se trata de una enfermedad neurodegenerativa incapacitante que ataca, casi por completo, a personas de edad. Es muy compleja, pues afecta a múltiples procesos fisiológicos cuya alteración simultánea facilita su desarrollo. Entre estos podemos citar: el estrés provocado por la oxidación de las moléculas que componen el cerebro; la exacerbación de los procesos inflamatorios en dicho órgano; la eliminación de conexiones funcionales (o sinapsis) entre las neuronas; la activación de mecanismos que provocan la proliferación celular y que en las neuronas repercuten en la duplicación del material genético; y en otras alteraciones funcionales como la del metabolismo de la glucosa.
Todo ello afecta el equilibrio fisicoquímico (u homeostasis) cerebral y, como consecuencia, terminan produciéndose acúmulos de ciertas proteínas, tanto en el interior como en el exterior de las neuronas. Su presencia ha sido considerada clásicamente como el signo patológico característico de la enfermedad de Alzheimer, aunque lo cierto es que son una señal tardía de esta patología.
Durante las últimas dos décadas, el grueso de las estrategias terapéuticas se ha centrado en la eliminación de estos acúmulos, obviándose un abordaje mucho más holístico sobre dianas terapéuticas tempranas que participen en el desarrollo de la enfermedad. Un hecho que podría explicar el porqué de que sigamos sin tener aún terapias eficaces, a pesar del esfuerzo ímprobo que se está realizando desde muchas compañías farmacéuticas y grupos de investigación.
Aunque todavía no sea el sentir general, cada vez hay más voces que claman por un abordaje terapéutico centrado en procesos tempranos de esta dolencia. Somos muchos los que pensamos que esta sería una manera mucho más eficaz para atacarlo y, a ser posible, de una manera multifactorial. En este sentido, existen ya enfoques terapéuticos que utilizan cócteles de medicamentos dirigidos a frenar algunos de los procesos patológicos que hemos mencionado anteriormente.
Aunque lo ideal sería contar con una única diana terapéutica multifactorial que pudiese ser usada como abordaje holístico frente al alzhéimer. Por esa vía de investigación estamos trabajando desde Tetraneuron, centrándonos en la molécula E2F4, una proteína que posee capacidad reguladora de la homeostasis cerebral y que en situaciones de estrés se ve modificada químicamente, perdiendo dicha función.
Los estudios que hemos realizado han demostrado que la presencia en las neuronas de una forma de E2F4 incapaz de ser modificada químicamente, denominada E2F4DN, es capaz de mantener la homeostasis cerebral y de prevenir el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer en ratones transgénicos. En estudios posteriores, en los que hemos usado un vector apropiado (AAV-E2F4DN), se ha demostrado que es posible la reversión de la patología observada en un modelo murino de Alzheimer mediante terapia génica.
De hecho, dado su carácter multifactorial, la terapia génica basada en AAV-E2F4DN podría ser empleada para otros múltiples procesos neurodegenerativos causados por alteraciones en la homeostasis neuronal, como el Parkinson. También hemos visto que podría ser eficaz para abordar el glaucoma y otras patologías asociadas al envejecimiento.
Durante los últimos diez años hemos enfocado nuestro trabajo en esta dirección y hemos conseguido resultados muy prometedores en ratones modelo de la enfermedad. Gracias a ello, esta terapia podría convertirse en una potencial cura y, si todo va bien, podremos probarla en pacientes en 2024 en diversos ensayos clínicos.
Haber dado con una de las piezas determinantes del enorme rompecabezas que supone la enfermedad de Alzheimer ha sido y sigue siendo una gran satisfacción para todos los que estamos desarrollando este proyecto. Y aún más lo será si en un futuro próximo todo nuestro trabajo desemboque en una cura para esos 50 millones de personas que, aunque no lo sepan, tanto lo necesitan.
Nombre | José María Frade |
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Empresa | Tetraneuron |
Cargo | Director Científico y Socio Fundador |
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