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02/07/2025 / Redacción / / 224 visitas

Un estudio del CBM-CSIC y la UAM mejora la respuesta del carcinoma cutáneo a la terapia fotodinámica

La combinación de N-acetilcisteína y raloxifeno aumenta la eficacia contra el cáncer de piel.

Un equipo del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM-CSIC-UAM), en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid y el Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria, ha demostrado que la combinación de terapia fotodinámica con dos medicamentos ya aprobados clínicamente mejora de forma significativa la eficacia del tratamiento contra el carcinoma cutáneo de células escamosas, uno de los tipos de cáncer de piel más frecuentes.

El estudio, publicado en el International Journal of Biological Sciences, identifica uno de los principales mecanismos de resistencia tumoral: la producción de la molécula TGF-beta1 en el microambiente tumoral. Esta molécula, secretada principalmente por los fibroblastos asociados al cáncer (CAF), induce un estado de quiescencia celular que reduce la efectividad de la terapia fotodinámica, que actúa sobre células activas en crecimiento.

Los investigadores, liderados por Elisa Carrasco, han comprobado que el tratamiento previo con N-acetilcisteína (mucolítico con usos en enfermedades respiratorias) o raloxifeno (fármaco empleado en la prevención de la osteoporosis y cáncer de mama), inhibe la producción de TGF-beta1 al estimular en los fibroblastos la producción de endoglina, una proteína que modifica su comportamiento y reduce la protección que brindan al tumor.

“Este hallazgo refuerza el potencial de ambos fármacos como coadyuvantes de la terapia fotodinámica y abre la puerta a tratamientos personalizados”, señala Elisa Carrasco.

La terapia fotodinámica es valorada por su bajo nivel de invasividad y su capacidad para preservar la estética de la piel, pero puede volverse ineficaz cuando las células tumorales entran en un estado de reposo inducido por señales del entorno tumoral.

El estudio también sugiere que los niveles de TGF-beta1 podrían utilizarse como biomarcador predictivo de respuesta al tratamiento, lo que facilitaría la personalización terapéutica y la optimización de protocolos clínicos en función del perfil biológico del tumor.

Este avance constituye un ejemplo significativo de cómo la comprensión del microambiente tumoral puede traducirse en nuevas estrategias terapéuticas, aplicables a corto o medio plazo gracias al uso de fármacos ya aprobados y con un perfil de seguridad bien establecido.

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